Ya ha llegado el otoño, aunque el tiempo no nos dé señales todavía del inicio de esta nueva estación (aunque no será por mucho tiempo, porque las previsiones apuntan la llegada de lluvia para el fin de semana). Una de las actividades más practicadas en el campo con la caída de las hojas es, sin duda, la recogida de setas. Una actividad divertida, pero para la que se requiere un gran conocimiento de micología, para evitar que una mala elección provoque importantes daños en la salud.
Aunque las setas pueden encontrarse en todas las partes del país, la Sierra de Gredos es una de las zonas que destaca por su productividad; junto con las zonas húmedas de Castilla y León y la Cornisa Cantábrica. En Europa hay unas 3.500 especies de setas, de las cuales, en torno al centenar son comestibles, y 35 tóxicas. Por ello, se requiere tener conocimientos de micología antes de iniciarse en esta práctica. Otra posibilidad es apuntarse a excursiones organizadas, dirigidas por expertos.
Coger setas no significa arrancar el hongo, sino que esta práctica está regulada y cada vez más controlada, para evitar su extinción. Así, la manera de extraer la seta es cortando con una navaja el pie completo, limpiándola lo máximo posible y transportándola en una cesta de mimbre (nunca de plástico).
Una vez en casa, es mejor consumirla lo antes posible; aunque para su conservación existen diferentes métodos como el desecado, pulverizado, congelado o puesto en aceite.
En cuanto a las zonas más proclives para este hongo, cabe destacar los lugares donde proliferen los árboles de hoja caduca, y que su suelo almacena mucha materia orgánica. Las alamedas, castañares, hayedos, robledales, encinares, choperas, olmedales o alcornocales son las zonas donde con más frecuencia crecen las setas.